Culturas y Tradiciones

Traje típico


Consiste hoy el traje clásico de los mestizos varones en una camisa larga de tela blanca, finamente planchada. Un pantalón de dril o lienzo fuerte blanco, almidonado y planchado que termina en ancha boca de campana. Sandalia (alpargata) de lujo de buena piel, sujeta al tobillo con correas pespunteadas y charoladas y suela gruesa de dos o tres capas de cuero.

Usan sombrero de paja tipo jipijapa o panamá, fabricado en el Estado; la pechera de flamante camisa va sujeta con botones de oro, pendientes de una cadenilla del mismo metal que los une a todos por dentro de la camisa. Este es el traje de lujo de los mestizos.

El traje de trabajo, se compone de un calzón blanco de lienzo fuerte y camiseta de tela de algodón blanco o de un tejido de calceta o punto de media. Se ciñen, además, para el trabajo, un delantal de cotí (cottin) azul o a rayas: tela de lienzo grueso que se usa comúnmente para colchones.

El traje de la mestiza consiste en un huipil de batista de lino, de fino algodón de seda: jubón cuadrilongo que cae volante, con dos aberturas laterales que por el ancho de la prenda simulan unas mangas cortas, quedando los brazos desnudos; un amplio escote cuadrado descubre la parte de pecho, dejando desnudo el cuello. Este escote, en sus orillas, lo mismo que los bordes de la camisa, va orlado de cenefas bordadas de vivos colores, en variadísimas labores, desde el bordado de punto de cruz (xokbil-chuy) y el de seda estilo inglés, hasta el de pinturas y miniaturas al óleo. En otros, el cuello es postizo, con flores estampadas y con encajes de Holanda y Chantilly. Les llega hasta media pierna y su borde inferior cae con gracia. El fustán, que se ciñe al talle y que sobresale bajo el huipil, tiene los mismos adornos y cenefas que éste y con él hacen juego, contemplándose ambos adornos uno debajo del otro.

Se adornan el cuello con largos y lujosos rosarios de filigrana de oro y gruesas cuentas de coral, labrados por artífices del país, colgando en ellos moneditas y doblones de oro de gran valor, denominados escudos y unas pesadas cruces de filigrana, primorosamente labradas, en el extremo de los largos rosarios, que les llegan al vientre. Al mismo tiempo se ponen collares y cadenas de oro de dos vueltas. Se recogen el cabello en un gracioso peinado que llaman t’uch, hacia atrás, en forma de martillo, atado en medio con un lazo de listón, y el pelo de delante echado atrás sin vereda. Algunas se dejan un copete con graciosos rizos. Usan grandes y largos aretes de filigrana de oro con piedras de colores, que hacen juego con el rosario.

El clásico traje ha pasado a la historia entre la mayoría de los mestizos, refugiándose en una mínima parte de ellos. Algunos, que todavía conservan sus tradiciones, se visten aún de mestizos, especialmente en sus bailes y saraos, pero la mayor parte usa hoy, en vez de la camisa larga blanca, la guayabera: una chamarra de origen cubano.


Danza popular



La jarana


La coreografía de la jarana consiste en un zapateado sin pasos fijos ni diferenciación entre los de hombre y los de mujer. En ciertas regiones o comunidades yucatecas predominan determinados pasos, localmente tradicionales, sin que ello excluya otros diferentes, propios de la fantasía de los danzantes, ya que cada uno puede realizar sus propias creaciones.

Predomina en el baile de la jarana la verticalidad de las posturas de sus intérpretes, que en las partes valseadas realizan giros mientras levantan los brazos en ángulo recto y efectúan tranquidos con los dedos, reminiscencia de las castañuelas españolas. Con esta sola excepción, el baile de la jarana se limita a las extremidades inferiores; el tronco del bailador permanece erguido, al grado de que se puede danzar con un objeto en la cabeza sin que éste caiga.

El baile de la jarana es por parejas y si en algunas ocasiones los hombres se alinean en fila, delante de las mujeres, también en fila, para iniciar el baile, cada pareja conserva su autonomía y su propio espacio de terreno en el cual se cruzan y entrecruzan los bailadores, realizando todas las figuras que su fantasía les dicta. En cuanto al traje con que se baila, es el de gala del mestizo.

Las jaranas se acompañan en la actualidad con una orquesta formada por dos clarinetes, dos cornetines o trompetas, dos trombones, güiro y timbales, que son el alma del baile.

Las galas

En la duración de las jaranas, que no tienen límite fijo de tiempo, se realiza una especie de competencia relacionada con la resistencia de los bailadores, quienes se afanan por ser los últimos en sentarse. Cuando al final de cada pieza se quedan dos parejas disputándose el último lugar, se desborda la animación y se enciende el alborozo de todos los asistentes divididos en dos bandos, cada uno de los cuales estimula a su pareja, particularmente a la bailadora, a la que se alienta por medio de las clásicas galas, que consisten en ponerle sombreros, uno sobre otro, en la cabeza, a manera de corona simbólica.


La "Bomba"


En el transcurso de una pieza, uno de los asistentes exclama fuertemente: ¡bomba!; entonces la música se suspende y cada bailador debe cortejar a su pareja mediante una estrofa que declama en alta voz; hay veces en que la bailadora contesta en igual forma el piropo. A veces la bomba es de carácter descriptivo en cuanto a las cualidades personales o vestidos que adornan a la homenajeada, o reviste el tono de guasa, choteo o broma. El carácter de las bombas es, sin embargo, habitualmente comedido.


Danzas tradicionales

De todas las danzas tradicionales que existen en Yucatán, destacan la Danza de la Cabeza de Cochino y la Danza de las Cintas, la más bella y policromada danza tradicional de Yucatán, cuya ejecución es, con ligeras variantes, como sigue:

De la parte superior de un palo central, adornado con flores de gran tamaño, penden diez o doce listones que son sujetados en su extremo por otros tantos bailadores, de una y otro sexo, alternados en derredor del palo que es sostenido por un muchacho que no participa en el baile. Al iniciarse la música los danzantes se entrelazan a ritmo para formar en la parte superior del mástil un bonito tejido. Se procura que los colores de las cintas sean lo más contrastado posible para darle mayor atractivo al tejido.

Antes de iniciarse el tejido, los bailadores ejecutan sobre sus mismos lugares algunos pasos característicos de esta danza: giros individuales, entradas y salidas en círculo, giros colectivos en torno al palo, así como cambios de lugar con sus parejas sin soltar los listones, para volver inmediatamente a sus posiciones iniciales. El tejido lo forman en más de cien compases, sin mirar el suelo ni la parte superior del árbol. Al terminar de tejer marcan sobre sus lugares ocho compases y proceden de inmediato a deshacer el tejido.


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